Las Montañas Sagradas de los Incas: Guardianes Espirituales de los Andes
En el gran espacio de los Andes, las montañas no son solo formaciones geográficas de una escala grandiosa; para los pueblos andinos, también son seres sagrados. Para los Incas en particular, estas montañas —conocidas como Apus— no eran simples afloramientos rocosos; eran guardianes espirituales que fusionaban a la humanidad con lo divino. Los Apus ocupaban un lugar especial en la esencia de la vida, el poder y la identidad de los pueblos andinos, especialmente en el Imperio Inca. Esta relación religiosa con las montañas está muy presente en las comunidades andinas modernas.
¿Qué Son los Apus?
La palabra “Apu” es quechua, el idioma indígena de los Andes, y significa “señor” o “jefe”. Los Apus son espíritus guardianes de las montañas y son adorados por las comunidades que viven junto a ellas. Estas montañas no eran solo monumentos naturales para los Incas, sino deidades vivientes que vigilaban y presidían sobre la tierra circundante. Cada uno de los Apus tenía un nombre, una personalidad y una relación espiritual particular con la gente, presente en la vida cotidiana de las comunidades.
Los Incas pensaban que el mundo estaba dividido en tres:
- Hanan Pacha: El mundo superior, donde residían los dioses o el cielo.
- Kay Pacha: El mundo medio, donde habitaba la humanidad o la tierra.
- Uku Pacha: El inframundo, percibido como relacionado con el mundo invisible y lo místico.
Las montañas, que se elevaban desde la tierra hasta el cielo, se consideraban un vínculo entre estos dos mundos y un medio de comunicación con los dioses. Las montañas eran sagradas no solo por su tamaño y belleza, sino porque servían como puentes que unían a los seres humanos con los dioses, el mundo espiritual y el cosmos.
Visión del Mundo Inca y las Montañas
Los Incas ven la vida a través del lente de la conexión. La tierra es un ser viviente y es sagrada, conectada con la humanidad, las plantas, los animales y las montañas, que son vida y deben ser cuidadas y equilibradas. Los cerros son considerados protectores espirituales del pueblo, que determinan su destino, tanto en lo que respecta a la agricultura como en las vidas de sus actividades diarias. Los Apus, como protectores y guías espirituales, también tenían el poder específico de controlar el clima y el bienestar de las cosechas y la riqueza de los pueblos.
El papel de los Apus era tal que los pueblos andinos se ubicaban en proximidad a las montañas sagradas.
Las familias vivían bajo la influencia de un Apu y realizaban rituales para permanecer en su buena gracia. Estos rituales iban desde la ofrenda de pequeñas cantidades de hojas de coca hasta el sacrificio de humanos en grandes ceremonias (como en el caso de la Capacocha, que se realizaba en tiempos de crisis o eventos cósmicos, como los solsticios) para los cuales se tomaban largas preparaciones.
La Montaña Más Sagrada de los Incas
Entre las montañas más veneradas por los Incas, algunas siguen siendo consideradas así en la época de las comunidades andinas. Aquí hay una descripción de algunos de los Apus más significativos en Perú y cómo se han relacionado con la concepción de la cosmogonía inca:
Apu Salkantay
Uno de los Apus más importantes de los Andes es el Apu Salkantay, en la región de Cusco, a más de 6,200 msnm. Este Apu es conocido como el señor de las montañas, debido a su altura y a los poderes que ejerce sobre su dominio. Salkantay también es considerado el «guardián» y «protector» del entorno, específicamente, el «abuelo» de los valles que lo rodean. Los Incas realizaban sacrificios y ceremonias rituales a Salkantay para pedir protección y bienestar. Esta también es una montaña que simboliza el equilibrio del cosmos, ya que la montaña es tanto un símbolo de fuerza como de la frágil naturaleza del estado de la naturaleza.
Apu Ausangate
Otra montaña significativa de Cusco es el Apu Ausangate. Con una elevación de 6,271 metros sobre el nivel del mar, es el pico más alto de la región y uno de los más grandes de Perú. Para los Incas, Ausangate era una montaña sagrada, pero era otra deidad, no un dios, y no en el circuito acuático de Cusco, pero era un Apu en los bordes del Imperio Inca, un Apu conectado con la fertilidad, que protegía las cosechas y los rebaños de ganado propiedad de la gente de la comunidad.
Apu Huascarán
Situado en la Región de Áncash, el Huascarán es la montaña más alta de Perú con una elevación de 6,768 metros (22,205 pies). El Huascarán era un Apu primordial de los Incas, particularmente en el extremo norte del Callejón de Huaylas. Esta montaña, que conecta a los humanos con los dioses, es temida como un cuerpo ideal cuya tremenda energía importa en la formación del clima y las cosechas.
Apu Huayna Picchu
El Apu Huayna Picchu, originalmente montaña putaqsi en quechua, ya es mundialmente conocido por ser la montaña que se despierta junto a Machu Picchu, una de las maravillas modernas del mundo. Este Apu tiene un gran valor espiritual para los lugareños, ya que se considera el protector del santuario de Machu Picchu. La forma de la montaña, su elevación empinada y altura se ven como un ámbito de mediación entre este mundo y el siguiente. La importancia de Huayna Picchu se basa en su alineación astronómica, ya que fue utilizada por los Incas con fines astronómicos cuando ocurrían algunos eventos cósmicos, como los solsticios.
El Culto de los Apus: Rituales y Ofrendas
Los rituales y ceremonias reforzaron el vínculo entre los Incas y sus Apus. Estos ritos involucraban no solo un aspecto religioso, sino que también cumplían un propósito real, como asegurar buenas cosechas y buen clima para la temporada de crecimiento. Se presentaban hojas de coca, chicha (una bebida fermentada de maíz), sebo de llama y varios productos agrícolas a los Apus. En otras ocasiones especiales, como los solsticios, o en tiempos de crisis, se realizaban sacrificios humanos llamados Capacocha. Esta tradición consistía en entregar niños o adolescentes a las montañas sagradas, con la comprensión de que su sacrificio garantizaría prosperidad y salud.
La Momia Juanita
La Momia Juanita (conocida en Perú como La Doncella) fue descubierta en 1995 en la cima del Monte Ampato (parte de los Apus) y se considera uno de los mejores sitios de entierro inca sin saqueos en toda Sudamérica. La momia, donada para conmemorar la muerte de su esposo, quien también dirigió la excavación, proporciona una visión no solo de las prácticas espirituales de los Incas, sino también de la reverencia que tenían por los Apus.
Los Apus Hoy
Cuando los españoles llegaron en el siglo XVI, el imperio inca cayó, pero su dedicación a los Apus no lo hizo. Las comunidades andinas todavía respetan y reverencian la naturaleza, específicamente las montañas, como guardianes espirituales. Los antiguos ritos, alrededor de los cuales la gente construyó su universo, siguen siendo celebrados en las tierras altas de Perú, Bolivia, Ecuador y otras naciones andinas. Los Apus siguen siendo considerados como guardianes del mundo natural, y honrarlos es reconocer la tierra y sus recursos vitales en su totalidad.
Miles de peregrinos suben cada año a las cumbres de estos picos montañosos sagrados, haciendo tales ofrendas y solicitando la bendición de los Apus para buenas cosechas o desafíos personales. La relación entre las comunidades andinas y los nevados sagrados es una relación continua y profunda, y los Apus continúan siendo el centro espiritual de las comunidades.
Conclusión
Las montañas sagradas de los Incas, o Apus, son mucho más que grandes cúmulos de roca para dar un paseo por la tarde. Son los vínculos vivientes entre el hombre y el universo. Los Andes no son solo regiones físicas para los Incas; son deidades que protegen, dirigen y empujan al mundo al equilibrio. Incluso si la civilización de los Incas desapareció hace siglos, el vínculo con los Apus todavía se encuentra en cada aspecto de la vida en las comunidades andinas, dejando claro que esta visión espiritual aún perdura en el corazón de los Andes.
No es tanto el estudio de los Apus, sino más bien un enfoque en reflexionar sobre la naturaleza ahora y cómo debemos respetar los lugares sagrados, nuestra madre tierra; todo siempre tratando de respetar lo humano y lo divino, tal como lo hicieron los Incas hace siglos.